Murales en mercados de la ciudad de México: espacios artísticos, públicos y políticos

por Ana Torres (Universidad Iberoamericana, México)

Arte público como plataforma de memoria cultural es un proyecto que busca vincular la docencia, la investigación y la divulgación del conocimiento a través del estudio sobre el patrimonio artístico de la ciudad de México, específicamente el muralismo. Nos interesa promover propuestas de investigación desde el ámbito académico para generar una mayor visibilidad, lograr una proyección social amplia que consolide una política pública y cultural incluyente con el fin de promover programas comunicativos y autogestivos. Somos un grupo de docentes y alumnos de la licenciatura en Historia del Arte y de la Maestría en Estudios de Arte de la Universidad Iberoamericana, interesados en realizar proyectos editoriales y mapas interactivos que integren rutas culturales de murales como herramientas didácticas de consulta para estudiantes e investigadores interesados en las dinámicas del arte público. Nos interesa utilizar las nuevas tecnologías digitales para activar otros campos de conocimiento que ofrezcan a un público más amplio información completa sobre el muralismo en México. La originalidad de este proyecto reside en estudiar los significados políticos, culturales y estéticos de los murales a partir de un análisis historiográfico profundo y minucioso, para generar nuevos acercamientos y problemáticas que permitan relacionar la investigación académica y la comunicación del conocimiento con distintos tipos de públicos. Es por esto que resulta relevante emprender acciones innovadoras que activen nuevas lecturas y que promuevan su conservación y su difusión.

En México, el muralismo ha formado parte del espacio público urbanizado generando la construcción de una memoria simbólica y oficial de nuestras identidades y nuestra historia. Después de la Revolución mexicana, los muralistas dibujaron en las paredes de edificios coloniales imágenes anticlericales y de protesta; aunque los primeros murales abordaron temáticas simbolistas, como El árbol de la vida de Roberto Montenegro o La creación de Diego Rivera poco a poco esta temática se fue desplazando por asuntos de corte revolucionario presentando problemáticas de la realidad social. Estos primeros murales se encuentran en lugares cerrados, no obstante en la década de los años treinta se elaboraron murales en un mercado con lo cual se activaron espacios abiertos y colectivos que hasta la fecha detonan múltiples significados en relación a distintas percepciones subjetivas. Tomando en cuenta estos cambios de acción las intervenciones en los espacios públicos se convierten en territorios dónde se puede percibir la división de lo sensible que Ranciere define como: “configuraciones de la experiencia que dan lugar a nuevos modos de sentir e inducen nuevas formas de subjetividad política”. La idea de una intervención artística-política adquiere hoy una nueva dimensión ligada inevitablemente a un factor ideológico de poder y de apropiación política y económica de lo público que supone la comprensión de la ciudad como un entramado complejo con dinámicas sociales múltiples. Desde este punto de vista, y apoyándonos en la tesis del filósofo alemán Jürgen Habermas, el concepto de espacio público se puede definir como una esfera social específica, y, de manera ideal, como un lugar de debate donde todos los ciudadanos pueden desarrollar y ejercer su voluntad política. En contraposición a esta idea, surgen los acercamientos de Chantal Mouffe, acerca de lo político en el espacio público, así como las prácticas artísticas y la democracia agonística, que proponen entender lo público no como un lugar de reconciliaciones si no de batallas y conflictos. Desde esta perspectiva los muralismos que se han pintado en los mercados responden a distintas formas de representación que como lo veremos a continuación  en algunos casos se activa la protesta y la crítica, en otros los recuerdos a leyendas ancestrales, o los símbolos de la cultura popular, conformando así el sentido multipolar de lo público.

Entre julio de 1934 y todo el año de 1935 un grupo de jóvenes artistas realizaron un conjunto de murales en el recién inaugurado mercado Abelardo L. Rodríguez. Este periodo estuvo marcado por el fin de la etapa conocida como el maximato (1928-1934) y el inicio del gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940), así mismo se detonaron fuertes discusiones políticas y estéticas entre Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, cuyas diferencias representaban las dos grandes corrientes del pensamiento de izquierda de la época que se debatía entre los trotskistas y los estalinistas, además ambos pintores tenían también concepciones distintas con respecto al muralismo; mientras que Siqueiros cuestionaba los vínculos de Rivera con el Estado y defendía un muralismo de crítica y protesta, Rivera consideraba que debía tener un lenguaje del y para el pueblo. Fueron años de antagonismos políticos, culturales y estéticos; aparecieron intensos debates, y cuestionamientos hacia el muralismo, hacia el capitalismo internacional, hacia la guerra, el fascismo y los gobiernos autoritarios, así como también, se generaron una serie de fracturas ideológicas al interior de las agrupaciones de izquierda; estas confrontaciones van a incidir en el cambio de temáticas que observamos en los murales del mercado.

Frente a este contexto cargado de enfrentamientos, transformaciones y rupturas Antonio Pujol, Ángel Bracho, Miguel Tzab, Raúl Gamboa y Pablo O´Higgins, Pedro Rendón, Marion y Grace Greenwood e Isamu Noguchi, realizaron un conjunto de murales en el mercado Abelardo Rodríguez; los artistas fueron contratados por el gobierno del Distrito Federal, acordando que el contenido de los murales debía ser didáctico y pedagógico, así el mural se convertiría en un gran pizarrón, mostrando los beneficios de tener una buena alimentación. No obstante, solamente Rendón y Bracho pintaron temáticas relacionadas con las vitaminas; los demás decidieron trasladar a los muros imágenes violentas, cuestionando los procesos capitalistas, la guerra y el fascismo, mostrando la explotación de los trabajadores; en este sentido los murales del mercado son una muestra de los distintos muralismos que formaron parte del movimiento artístico de entonces: un muralismo complaciente con las políticas culturales de Estado, representado por Rivera y un muralismo de protesta que defendía Siqueiros. La universidad Iberoamericana estudia los 95 murales del Centro Histórico de la Ciudad de México, más información aquí.

Fig.1 Antonio Pujol, La vida de los mineros, 1934-1935, Fresco, mercado Abelardo Rodríguez. Fig.2 Marion Greenwood, Trabajadores de todos los países uníos!, 1936, fresco, mercado Abelardo Rodríguez. Fig.3 Raúl Gamboa, detalles Mercado maya (1935-1936), fresco, mercado Abelardo Rodríguez.

En últimas fechas varios colectivos de artistas han puesto en marcha proyectos para decorar los muros de algunos mercados en la ciudad de México. El colectivo Germen Crew, conformado por 15 grafiteros, bajo la dirección de Mibe (Luis Enrique Gómez Guzmán) tuvo la iniciativa de crear una obra monumental en el famoso mercado de Jamaica. En el mercado de Jamaica existen 1,150 puestos dedicados a la venta de flores, arreglos florales, plantas ornamentales y accesorios como macetas. El mercado ofrece aproximadamente 5,000 tipos de flores y plantas, la mayoría extranjeros, pero existe un número de especies nativas de México disponibles, incluyendo algunas obtenidas directamente del campo.

Titulado “Jamaica revive” y realizado en el 2013 el gran mural producido para este mercado abarca 1,380 m2 y fue realizado por los grafiteros que integran el colectivo Germen bajo la dirección de Mibe, quien considera que es un ejemplo del “neomuralismo urbano”. La temática del mural, que se encuentra en la fachada sur del famoso mercado de las flores, rescata la historia ancestral de este mercado que tiene más de 500 años de ser el punto de intercambio de legumbres y flores principalmente. Las imágenes nos muestran la relación de la naturaleza y el hombre con el trabajo y el progreso. A decir de Mibe el proyecto del mural tiene que ver con un ritual simbólico que inicia con la “Madre tierra” (Tonantzin) que da a luz a un ser que se transforma en flores, las cuales simbolizan la construcción de un mundo nuevo. El proyecto, contó con el apoyo de la Delegación Venustiano Carranza, el Centro de Arte y Cultura “Circo Volador”, Cristina Pineda de Pineda Covalin, Comex y hacia su etapa final Proyecto Marchante.

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Fig.4  Jamaica Revive (detalle), Foto: Germen Crew.

En 2013, “Proyecto Marchante. Un trueque con el arte”, retomando los esfuerzos de Germen Crew, emprendió la tarea de rescatar a través del arte 10 de los casi 300 mercados que existen en el Distrito Federal. La iniciativa estuvo a cargo de la museógrafa Syrel Jiménez Lobato, financiado por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y Conaculta. El objetivo principal es devolverle a estos espacios de abastecimiento y convivencia cotidiana, un poco de color, así como rescatar su historia. Para eso, antes de la intervención de los artistas y grafiteros, especialistas de la UNAM y de la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) realizaron un estudio histórico, antropológico, social, urbano y arquitectónico para conocer la particularidad de cada sitio.

Otros mercados que han sido decorados con murales son el Melchor Ocampo, ubicado sobre avenida Medellín, en la colonia Roma, en donde Cristian Pineda Flores pintó un colorido mural en el cual sintetiza la identidad del lugar, conocido por la variedad de productos y comida latinoamericana que ofrece. También en el Mercado de la Bola, Carlos Cons en colaboración con el Dr. Lakra, montó sobre dos paredes una instalación con objetos adquiridos en el tianguis de chácharas que se establece cada fin de semana en el lugar.

Fig.5 Mercado de la bola, foto: Marchante un trueque por el arte

En el Mercado Juárez, el Colectivo Chiquitraca, pintó sobre la fachada de avenida Chapultepec, un mural que describe la historia de este mercado, uno de los más antiguos de la ciudad. En el mercado de comida de San Juan, ubicado sobre Arcos de Belén, el Colectivo BAD (Brigada de Artistas Desterrados) pintó sobre la fachada un mural que reúne peces y aves, cuya técnica hace referencia a vitrales de las iglesias, ya que en el sitio donde ahora se ubican los cuatros mercados del barrio de San Juan, existían cuatro iglesias.

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Fig.6 Mercado Juárez, Av. Chapultepec

Los mercados son espacios en donde se vive una experiencia estética llena de olores, colores, sabores y sensaciones que junto con sus murales forman parte de memorias colectivas cargadas de tradiciones, historias e identidades que permanecen como huellas en los habitantes que diariamente conviven con ellos. En síntesis, un espacio se hace público en la medida en que se fortalece la imaginación y la creatividad, a través de acciones que propician la comunicación, el reconocimiento individual y colectivo, y el hacer de los grupos sociales que instituyen el componente simbólico básico de la espacialidad ciudadana. Los espacios públicos se dinamizan con la presencia de los colores y las formas en los murales, se abren campos sensibles y sociales al mismo tiempo. Aunque también el muralismo debe ser visto como una institucionalización de la mirada, los mercados se han llenado de murales que armonizan y despolitizan los espacios con supuestas imágenes identitarias y han desplazado el sentido de protesta y crítica que el muralismo ocupó en los años treinta.

Valdría la pena pensar en las intervenciones públicas-políticas como imágenes que nos permitan conocer el pasado como memoria del presente y nos acerquen a formas distintas de convivencia pública.